LA POLICÍA COMO ORGANIZACIÓN Y CONTROL SOCIAL.



1.      LA POLICÍA COMO ORGANIZACIÓN.


El estudio de cualquier organización humana tiene que empezar por su reconocimiento como tal organización, con entidad social propia de acuerdo con sus objetivos. Una organización es una entidad social duradera, que tiene un comportamiento, una especialización y una estructura orientadas hacia el mismo objetivo.


Las organizaciones son formaciones sociales complejas y plurales compuestas por individuos y grupos, con límites relativamente fijos e identificables que constituyen un sistema de roles, coordinados mediante un sistema de autoridad y de comunicación, y articulado por un sistema de normas y valores que integran las actividades de sus miembros en orden a la consecución de finalidades previamente establecidas. De duración relativamente estable y continua, se encuentran inmersas en un medio ambiente que influye sobre ellas. De acuerdo con esta definición, resulta evidente que la institución policial es una organización.


La policía es un grupo humano estructurado y con un una cierta especialización. Es una organización centrada en conseguir resultados al exterior de la propia organización.


La Policía es una organización centrad en conseguir unos resultados al exterior de la propia organización. Se trata de una organización que reporta ventajas a sus miembros independientemente de los objetivos de la organización.


El análisis de la organización policial se puede realizar con el modelo utilizado por Brown y Moberg, basado en la perspectiva de la organización como sistema y en la teoría de la Contingencia. Un sistema es un todo que interrelaciona las partes de que se componen diferenciándolas a la vez del entorno donde se mueven. Las organizaciones son además sistemas abiertos que se interrelacionan con su entorno.


La teoría de la contingencia parte de la misma consideración de la organización como un sistema compuesto de diferentes subsistemas e integrado en un suprasistema más grande. Se debe buscar cuáles son, de entre la multiplicidad de relaciones internas y externas del sistema, las que resulten contingentes para la mejor eficacia del sistema. Siguiendo a Brown y Moberg, su modelo para el análisis de la organización considera a ésta como un todo compuesto por cinco unidades interrelacionadas: el ambiente de la organización; su tecnología; la estructura; los procesos administrativos; y los procesos de toma de decisiones.


El ambiente de la organización policial lo constituye genéricamente la totalidad de la sociedad y sus procesos inherentes, donde se desarrolla su función. Sin embargo, dentro del dominio organizacional de la policía, es decir, al valorar los aspectos del medio ambiente relevantes para la organización (como pueden ser el tipo de servicios que la policía tiene que prestar, y a quién los tiene que dirigir) aparece como fundamental la noción de control social imperante, como un elemento que condiciona en cada momento el ambiente social donde se desarrolla el trabajo de la organización policial.


La tecnología organizacional de la policía abarca todo el campo cognoscitivo específico donde se desarrolla el trabajo policial, es decir, el marco de conocimientos, normas de actuación y similares.


La policía sería, pues, una organización de pequeños lotes de producción, pues cada intervención policial produce una secuencia de acciones de características individuales. Por otra parte es una organización de trabajo no rutinario, dada la materia prima con que trabaja (seres humanos). Por último es una organización de tecnología intensiva, pues el campo de conocimientos que es necesario movilizar en cada situación de conflicto es muy variado.



La organización policial esta dedicada al campo de los servicios y caracterizada por sus objetivos no lucrativos.


La estructura de la organización. El diseño organizacional y el laboral son elementos que configuran la estructura de cualquier organización. Cualquier estructura tiene como objetivos fundamentales la división del trabajo global de la organización entre las diferentes unidades que la componen, así como la coordinación general entre todas ellas para conseguir la más eficiente consecución de los objetivos propuestos.


Una primera consideración es el carácter descendiente de la autoridad en la organización policial a lo largo de una estructura jerarquizada de manera piramidal. Por otra parte, la estructura de la organización nos permite conocer sus objetivos por lo que es importante su análisis. En el ámbito policial, la estructura de los diferentes Cuerpos es diferente pero significativa:


* La Guardia Civil se estructura en pequeñas unidades distribuidas por la zona rural y especialmente en las zonas cercanas a las fronteras o el litoral.


* El Cuerpo Nacional de Policía y en parte las policías autonómicas se distribuyen en grandes unidades en los núcleos de población y en comisarías en las ciudades.


* Las Policías Locales se distribuyen en los núcleos urbanos basando su estructura en el patrullaje.


En todos ellos la tendencia es el diseño de la estructura por departamentos funcionales. En algunos casos se producen aisladamente divisiones departamentales por objetivos, pero en la práctica estas estructuras son las menos habituales, pues las organizaciones policiales están fuertemente departamentalizadas por funciones. Sin embargo, en los Cuerpos de Policía se reúnen todas las condiciones para aplicar otros tipos de estructura como la matricial, donde se superponen la departamentalización funcional y la de los objetivos, pero éstas y otras posibilidades no pasan de ser actualmente en España estudios y proyectos, actualmente se encuentras estructuradas estas organizaciones  de acuerdo con un diseño divisional por funciones, descentralización territorial y con unas estructuras fuertemente jerarquizadas piramidalmente.


Los procesos de administración en la policía, como pueden ser la fijación de objetivos, la planificación del trabajo, su control, la selección de personal y su formación profesional se encuentran muy retrasados en nuestro país. Los únicos indicadores de gestión que se realizan en la actualidad son memorias institucionales, informes y comunicados internos.


En resumen, presentan unas características de obsolescencia administrativa que provocan organizaciones rígidas y sumamente burocratizadas.


La toma de decisiones presenta unas características similares a los procesos administrativos.



  1. POLICÍA Y CONTROL SOCIAL.



El uso del término control social es relativamente reciente, pues fue utilizado por primera vez en 1910 por el sociólogo norteamericano E. Ross.


La policía, como parte integrante del conjunto de elementos sociales que es, tiene que ser considerada un agente profesional especializado en la defensa global de la calidad de vida de la colectividad. Desde esa perspectiva constituye el vértice de la pirámide de autoprotección social y puede ser un generador de conciencia cívica.



Tradicionalmente el policía ha sido considerado un mero ejecutor del control social. Su misión ha consistido primordialmente en proteger la sociedad de cualquier alteración del orden. No es hasta muy recientemente cuando se ha empezado a considerar una profesión.


Modernamente, a la vieja concepción meramente represiva se incorporó la idea de la policía preventiva. La policía tiene que prevenir las situaciones antisociales con su presencia en la calle, su vigilancia y su efecto disuasorio permanente. La policía tiene que poner todos los medios a su alcance para proteger a la colectividad, si es necesario actuando contra los miembros que alteren la buena convivencia, pero especialmente contribuyendo a evitar, dentro de sus competencias, estos actos contrarios al orden social. La represión es en este contexto una herramienta, pero nunca un fin de sí misma.


El papel de la policía hoy no se limita a la persecución del delincuente, sino que la mayor parte de su labor (cerca del 80% según algunos autores) se dedica a actividades no directamente relacionadas con la legislación penal. La mayoría de estas acciones son para informar y asistir al ciudadano, o colaborar con la vida social, evitando aquellas conductas que alteren el normal desarrollo de la convivencia. Todas estas conductas tienen que englobarse bajo el concepto de actos incívicos.


Podemos calificar los actos incívicos en función del perjuicio material que causan a la colectividad, aunque para quien realiza el acto incívico su objetivo es conseguir su propia comodidad y conveniencia sin importarle el precio que los otros tengan que pagar para ello.


Los actos incívicos tienen un factor común: la falta de solidaridad, que no es patrimonio exclusivo de una clase, estamento o grupo social, por lo que tampoco es posible establecer una clasificación entre personas cívicas y personas incívicas. Así pues, la policía interviene constantemente en situaciones de conflicto, pero que no forzosamente tienen que ser constitutivas de delito. La acción policial será preventiva si consigue que el presunto infractor asuma como una cosa propia la necesidad del comportamiento cívico. Es decir la policía tienen que actuar como un auténtico educador cívico.


La sociedad actual, es una sociedad en conflicto, y la policía recoge la mayoría de las contradicciones sociales. La sociedad actual pide a la policía que actúe ante cualquier presencia molesta o incómoda. Vagabundos pedigüeños, niños alborotadores, perros abandonados, gitanos molestos, jóvenes de litrona, locos, borrachos, prostitutas, personas drogándose, etc. Todos ellos son materia policial.


La demanda de control social a la policía se centra mayoritariamente en la pequeña delincuencia, el gamberrismo y los actos molestos más cotidianos.


La policía ha de atender estos pequeños conflictos diarios sin por ello abandonar la persecución del crimen organizado, los delitos económicos o el delito más sofisticado. La policía de base deberá ejecutar todas esta tareas, para ello ha de estar integrado plenamente en la sociedad y detectar aquellas actividades que más perjudican la buena convivencia de la colectividad. La delincuencia más organizada o más sofisticada ha de quedar para los grupos policiales más especializados.


En un estado democrático la función de la policía no tienen que estar limitada al control social, sino que debe ser un generador de autocontrol cívico, lo que no ha de substituir las funciones preventivas e, incluso cuando es necesario, represivas de la policía, sino que las complementa.


El policía ha de ser un miembro más de la colectividad, un profesional con nombre y apellidos, integrado en su comunidad.


El policía es un profesional que está en buena disposición para evitar o reducir las consecuencias de las actuaciones incívicas, y su actuación debe ir dirigida en tres direcciones simultáneamente, que son:  minimizar los beneficios que pueda reportar el acto incívico, aumentar las dificultades para realizarlos y proporcionar información sobre sus consecuencias. Es, pues, importante la máxima personalización posible de las acciones encaminadas a fomentar el civismo. En este contexto el policía es un factor decisivo para contribuir a la integración social colectiva.


Esta visión del policía no responde a la percepción general que habitualmente se tiene de él, pero es necesario modificar estas percepciones y por tanto la expectativa de lo que ha de ser la policía. En una sociedad democrática nadie tiene derecho a renunciar a aportar su pequeña ayuda a la mejora de la convivencia ciudadana, la calidad de vida y el progreso social. El policía ha de usar todos los medios que tenga a su alcance para generar en la misma sociedad el civismo necesario para su normal funcionamiento. Este civismo es la base para estructurar un marco habitual de colaboración ciudadana en todos los campos, y especialmente en el de la seguridad ciudadana.