DIFERENTES DROGAS
ALCOHOL
El alcohol es la más importante de todas las drogas tanto por ser la más consumida en toda época y en todo lugar, incluida nuestra sociedad en el momento actual, como por ser la que mayor número de dependientes acoge y más problemas causa tanto sanitarios como psicosociales. Por si fuera poco el alcohol es hoy la droga que inicia y articula el consumo de otras drogas.
El alcohol es la droga que más se consume en nuestra sociedad, pero contrariamente a lo que se suele creer son los jóvenes los mayores consumidores. Los jóvenes entre 18 y 24 años son, hoy en día, uno de los grupos de edad que consume más alcohol, los menores de 18 años han disparado su nivel de consumo en relación a jóvenes de la misma edad de hace unos años.
Teniendo en cuenta, especialmente a partir de cierto nivel de uso, que el consumo de alcohol para un individuo concreto va aumentando con la edad, con rupturas parciales a partir de los 30 y 40 años, nos hallamos no sólo ante el mayor problema de drogodependencia en nuestra sociedad, sino ante un problema que previsiblemente se disparará los próximos años.
La importancia del alcohol queda demostrada por las múltiples presentaciones que adopta, tanto bajo el proceso de alcoholes fermentados (como la cerveza y el vino) como del alcohol procedente de la destilación (todos los licores). En total existen entre tipos y marcas varios miles de productos con contenido alcohólico, que tienen además la mayor red de distribución de nuestro país (tiendas de comestibles, bares, bodegas, restaurantes, farmacias, lugares de trabajo, etc.), lo que permite su accesibilidad para todas las edades en todas las situaciones y a un bajo precio.
Por otro lado, aunque la sociedad no suele aceptar fácilmente y se niega a percibir los problemas del alcohol, el conocimiento real, científico, del tema del alcohol y el alcoholismo es muy amplio, lo que no significa que estemos en mejores condiciones para enfrentarnos al tema, ya que esta percepción social impide aplicar lo que sabemos.
Las bebidas que contienen alcohol lo tienen en diferente proporción, esta proporción se conoce como grado y se puede manejar la idea de que los grados son el porcentaje de alcohol puro sobre el total de la bebida. La cerveza y la sidra tienen entre 4 y 6 grados, el vino entre 11 y 14 y los licores entre 35 y 50 grados.
El alcohol es un producto químico depresor del sistema nervioso central, esto significa que disminuye «el tono», la ansiedad y a dosis mayores produce desinhibición, disminución del nivel de conciencia y manifestación de emociones reprimidas. Así el alcohol parece que excita por los comportamientos que produce, pero en realidad sus efectos disminuyen las capacidades personales, la sensibilidad y opción a discriminar. Cuando un joven bebe para sentirse mejor, para estar más a tono oyendo la música de un concierto, el efecto no es producido por un incremento de la capacidad para sentir la música, sino por una disminución de esta capacidad que le permite aceptar como buena cualquier cosa. Esto ocurre porque en una primera fase el alcohol produce excitación de los centros nerviosos pero rápidamente aparecen una serie de síntomas narcóticos que afectan a las funciones sensitivas y motoras, que en la mayoría de los casos son vividas -porque sentir y moverse exige un mayor esfuerzo- como si uno sintiera y se moviera más y mejor.
El alcohol tiene además una serie de propiedades «curiosas»: tiene calorías sin valor nutritivo ya que no posee ni vitaminas ni proteínas y entra en el cuerpo sólo para ser eliminado por metabolización. Es decir para producir gasto.
Como las posibilidades de metabolización se encuentran limitadas ya que el hígado realiza esta función a una velocidad constante, con independencia de la cantidad de alcohol que haya en el cuerpo, cuando se bebe, por un determinado período, existe un producto extraño en el organismo, que produce una serie de efectos y consecuencias, alguno de los cuales se manifiesta -como la «resaca»- una vez el alcohol ha sido eliminado.
Como en el resto de las drogas hay que distinguir el uso del alcohol de la dependencia al alcohol (alcoholismo) y de la intoxicación alcohólica aguda (la borrachera más o menos). En todo caso, el uso del alcohol -recordemos que es un producto químico extraño al organismo – produce ya problemas.
El alcohol crea dependencia, tiene una fuerte tolerancia y el síndrome de abstinencia es especialmente peligroso. Un alcohólico no debe dejar de beber sin control sanitario. El síndrome de abstinencia del alcohol cuando adopta las características del «Delirium Tremens» (temblores y alucinaciones) puede llegar a ser mortal.
Las consecuencias del uso de alcohol y del alcoholismo sobre la salud son muchas y muy graves, tantas que se convierte con el tabaco en la otra gran causa de mortalidad de los españoles.
Entre tales consecuencias cabe citar como más frecuentes:
- Hipertensión.
- Infartos cardíacos.
- Irritaciones gástricas e intestinales (desde gastritis a úlceras).
- Hepatitis alcohólica.
- Pancreatitis alcohólica.
- Cirrosis hepática.
- Desnutrición y anemia. Los alcohólicos no comen pero están obesos porque el alcohol rompe el equilibrio en la síntesis y degradación de las grasas.
- Impotencia sexual, trastornos menstruales.
- Cardiomiopatías.
El «Síndrome Alcohólico Fetal» se da en madres con uso frecuente de alcohol o alcohólicas y produce niños con severas malformaciones
Aparte se dan una serie de efectos sobre el Sistema Nervioso Central, como degeneración cerebrosa, atrofia cerebral alcohólica, que conforman la típica conducta del alcohólico (temblores, verbosidad, pérdida de control) que a partir de un cierto momento son ya irreversibles y producen estados de demencia.
El tratamiento del alcoholismo es más difícil que el de las otras drogas ilegales, ya que cualquier dependiente a una droga ilegal tiene conciencia de ello, percibe tal dependencia, en cambio la dependencia del alcohol no se percibe hasta que comienzan a producirse una serie de problemas de relación personal y de salud, que evidencian una dependencia en estado muy avanzado y acompañada en la mayoría de los casos de deterioros irreversibles.
Los datos epidemiológicos nos demuestran que existen más jóvenes alcohólicos que drogodependientes, sin embargo son estos últimos los únicos que exigen y obtienen atención, y casi nunca nos planteamos ni prevenir el consumo de alcohol ni atender a los jóvenes alcohólicos, porque, a este nivel, nadie exige ni pide nada.
Pero la importancia del alcohol no radica sólo en el alto nivel de consumo que tiene en nuestra sociedad, ni en el hecho de que aparezca en combinación cuando se usan otras drogas, sino en que el alcohol es la llave que permite acceder al uso de otras drogas.
Evidentemente habrá personas concretas que no pasan por el proceso que vamos a describir a continuación, pero para una amplia mayoría de personas con problemas de drogas ilegales las cosas son así.
El consumo de alcohol es un modelo de comportamiento cultural que inevitablemente aprenden todos los niños y que están en condiciones de adoptar en los primeros momentos de la adolescencia ante la falta de barreras sociales que se lo impida.
Los adolescentes pueden consumir alcohol en su familia pero lo significativo es cuando lo hacen con el grupo de amigos. Tomar alcohol se convierte en una actividad permanente de la panda de amigos cuando salen, cuando andan juntos buscando la manera de divertirse, hasta el punto de que en un momento determinado, salir, divertirse y tomar alcohol se convierten en sinónimos.
Los adolescentes aprenden así que el alcohol es un mecanismo para «estar bien» y estar juntos, se consigue soslayar las tensiones, desinhibirse, combatiéndose así la timidez y facilitándose la comunicación. No importa que esto sólo sean sensaciones subjetivas, lo que importa es que resultan eficaces para el joven.
Sobre este proceso se articula otro basado en la capacidad de controlar los efectos indeseables. Los adolescentes aprenden a vigilar la cantidad, el tipo y la frecuencia de la ingestión de alcohol, evitando las borracheras, los «malos rollos» y los efectos más fuertes de la resaca. El control es una consecuencia de las experiencias que se han tenido y refuerza la conducta.
Lo importante es que pasados unos años en los que salir, amigos y alcohol son sinónimos, en los que se ha aprendido a controlarlo, y en los que a la vez se ha adquirido una cierta dependencia y una fuerte tolerancia (confundida con el «control») del alcohol se conforma el modelo, más o menos inconsciente, de que existen medios químicos para modificar la conciencia y estar bien.
La propia tolerancia impide, progresivamente, alcanzar los estados de bienestar obtenidos en ciertos momentos y lleva a la búsqueda de otras sustancias químicas que permitan recomponer la situación.
Es raro que sin la experiencia que proporciona el alcohol, los jóvenes comiencen a utilizar otras drogas, quizás con la única excepción del tabaco.
TABACO
El tabaco es la droga enmascarada, tanto porque no se quieren percibir los daños que produce en la salud de los españoles, como porque no se tiene conciencia de la dependencia que ocasiona y que es idéntica a la de otras drogas.
El tabaco es el principal responsable de toda una serie de enfermedades respiratorias y cardíacas, pero además tiene que ver con los tipos más frecuentes de cáncer y últimamente con las enfermedades alérgicas. Posiblemente nada influye tan negativamente en este momento en la salud de los Zaragozanos como el tabaco.
Para valorar el grado de dependencia que produce esta droga baste pensar que un 71 por 100 de los fumadores de más de un paquete y medio querrían dejarlo y no lo consiguen. Incluso una parte importante de ellos no conseguirán nunca dejar de fumar si no se les ayuda a pasar el síndrome de abstinencia y después se les capacita terapéuticamente en ciertas habilidades.
Para muchos fumadores, aún con enfermedades graves producidas por el tabaco, la deshabituación es un reto que se plantea en términos de casi imposibilidad aunque ellos lo planteen como que «fuman porque quieren».
Por otra parte, los jóvenes fuman en un porcentaje superior al de los adultos, si la incidencia de enfermedades es tan elevada en los adultos con el actual nivel de tabaquismo, es lógico pensar que tales enfermedades se incrementarán en función del aumento del consumo de tabaco en los jóvenes, por lo que muchos de éstos no llegarán a la vejez por el tabaco.
La publicidad del tabaco es un factor importante a la hora de valorar estos procesos y en general su existencia evidencia una típica contradicción entre lo que se predica en relación a las drogas y lo que se hace. Eso no significa que la incongruencia del tabaco permita justificar el consumo de otras drogas, todo lo contrario, escenifica el marco de un proceso de resistencia a la manipulación.
Los opiáceos constituyen ya una amplia familia de productos derivados directamente del opio, o sintetizados a partir de sustancias afines. El más antiguo de todos es la morfina, descubierta a principios del s. XIX y ampliamente usada hasta hace pocos años. Para evitar la dependencia a la morfina se comercializó, hacia 1898, la heroína de la que hablaremos ampliamente. Durante la Segunda Guerra Mundial se creó en Alemania, que no tenía acceso a los mercados del opio, un opiáceo sintético, la metadona, y existen además múltiples opiáceos como la codeína, la meperidina, pentazocina, etc. En los últimos años se han sintetizado unos productos llamados antagonistas, como la naloxona y naltrexona, que anulan e impiden los efectos de los opiáceos.
Uno de los opiáceos, la heroína, es la famosa droga. No importa que actualmente existan drogas más peligrosas y adictivas y que incluso el porcentaje de usuarios de heroína se haya reducido sobre el total de dependientes. La heroína sigue siendo «la droga».
Las cosas no son en absoluto así, pero el impacto social y cultural de estas ideas es tal que muchas personas que han probado algunas veces la heroína la siguen usando porque creen que ya no pueden dejarla. El pánico al síndrome de abstinencia incrementa los trastornos normales de éste (lacrimeo, sudoración, diarreas, espasmos, piel de gallina, escalofríos, hipertensión, náuseas, insomnio, etc.) y genera una serie de angustias mucho peores que el propio síndrome en sí. No podría ser de otra manera para politoxicómanos, que consumen una heroína con un 7 por 100 como media de pureza.
Las consecuencias de la heroína sobre la salud no merecen nuestra atención porque las condiciones en las que se usa la heroína, y los distintos adulterantes que la acompañan, producen una serie de consecuencias a corto y medio plazo que tras algunos años conducen a la abstemia o a la muerte para una mayoría de usuarios. En España no hay heroinómanos con más de 15 años de uso.
Los efectos indirectos pero inmediatos son:
- Hepatitis vírica y endocarditis bacteriana por utilizar jeringas no esterilizadas.
- Alteraciones inmunológicas.
- Cándidas en los ojos que provocan ceguera.
- «Sobredosis» y otras complicaciones por un mal cálculo o adulteración.
- Reducción del placer sexual, acompañada de enfermedades de transmisión sexual por la práctica de la prostitución y los contactos esporádicos entre los propios dependientes.
- Inapetencia y consiguiente desnutrición.
- Estreñimiento permanente.
Considerándolo globalmente estos efectos podrían evitarse, piénsese que con sólo facilitar jeringuillas esterilizadas se evitarían las hepatitis y las endocarditis, pero en general el usuario de la heroína adopta unas actitudes muy pasivas y se «despreocupa» de estas cosas. Así se explica la fuerte incidencia de enfermedades pulmonares, incluida últimamente tuberculosis, en esta población, a causa de la falta de interés por cuidar un cuerpo debilitado por la desnutrición, la disminución de las defensas y la falta de higiene.
COCAÍNA, CRACK
La coca es una planta que crece en los Andes, especialmente en Perú y Bolivia. Allí algunos grupos índicos, que no todos, la consumen mascando las hojas frescas para combatir el cansancio y la falta de energía derivados de la altura y la mala alimentación.
De esta planta, sin que tenga mucho que ver con las hojas frescas, se extrae la cocaína, una droga para incautos que entran al trapo de los estereotipos sociales.
La cocaína la usan principalmente sectores marginales en nuestra sociedad, pero ha sido presentada como la droga de la «jet» y de los «ejecutivos». El mapa epidemiológico y estas informaciones nunca han coincidido. En una gran medida porque ha sido a través del discurso «heroína para los pobres / cocaína para los ricos», como esta droga, prácticamente inexistente hace unos años, se ha impuesto en sectores marginales atraídos por su prestigio burgués.
Ligado a esta «buena prensa» aparece la descripción de la cocaína como una droga que sólo produce dependencia psíquica. Por un lado, ni esta categoría es cierta ni esto es verdad, y, por otro, el tipo de dependencia que produce la cocaína, debido a su inespecificidad sintomatológica, es de las más peligrosas: cuando uno quiere darse cuenta es ya un dependiente.
El uso de la cocaína es en sí mismo peligroso, produce en caso de intoxicación aguda un peculiar cuadro de psicosis paranoide y puede darse sobredosis accidentales. A largo plazo, y además de la propia dependencia, se producen una serie de disfunciones orgánicas aunque parece que las peores consecuencias, aparte de las colaterales como infecciones o intoxicaciones por las impurezas, son a nivel de salud mental, trastornos emocionales que convierten al adicto en un individuo insoportable e incapaz de mantener una relación estable. El síndrome de abstinencia se caracteriza fundamentalmente por profundas depresiones.
La cocaína y en especial alguna de sus nuevas fórmulas como el crack son las drogas de los 80; han sido presentadas por los medios de comunicación como las más inocuas y por esto, ahora, en nuestra sociedad son las más peligrosas.
CANNABIS
La situación del cannabis es ambigua. Más de una tercera parte de los jóvenes la han probado, más de un 10 por 100 la usa frecuentemente y aproximadamente un 5 por 100 casi a diario. Además su uso se ha normalizado y hay muchos jóvenes y adultos que llevan años usándola con relativa frecuencia y a dosis fijas.
Existen diversas presentaciones del cannabis pero casi se usa exclusivamente, en nuestro país, el hachís, mezclado con tabaco fumado. Otras fórmulas son muy minoritarias.
El cannabis además tiene una buena reputación, la gente piensa que no produce daños a la salud ni dependencia, y es la única que siempre ha sido clasificada de droga blanda.
Sin embargo las cosas son más complejas y confusas. Por ejemplo es difícil adoptar una postura clara sobre las consecuencias del cannabis a nivel de salud porque la discusión sobre la misma, y la importancia política de la polémica en torno a la legalización del cannabis ha producido una auténtica catarata de investigaciones contradictorias entre sí. Hay un estudio muy famoso que demuestra que el cannabis reduce la capacidad del sistema inmunológico y otros que demuestran lo contrario. El autor del primer estudio era previamente partidario de la ilegalidad del cannabis, los autores del segundo se inscribían en una asociación «pro-reforma de las leyes de la Marihuana». Todos ellos son prestigiosos médicos y biólogos.
Lo único de lo que no cabe duda es que el cannabis no es una droga inocua. Sería la única que ocupa un lugar estratégico en las situaciones de politoxicomanía que constituyen la mayoría de casos de drogodependencias, y que también es una llave para entrar en el típico estilo de vida del dependiente
Personalmente hemos podido constatar situaciones de dependencia al cannabis e individuos con progresiva pérdida de capacidad mental (especialmente trastornos de la memoria) tras un uso cotidiano de cannabis a lo largo de los años.
FÁRMACOS
Son drogas que están ahí, a mano, que una quinta parte de la población consume con una cierta frecuencia y que han comenzado a producir efectos negativos a nivel de salud pública. El mayor riesgo de estos productos es que son muy asequibles y están normalizados con lo que se usan de cualquier forma y en cualquier momento, pareciéndose en este sentido al tabaco.
Y son muchos, están las benzodiacepinas como el valium, los barbitúricos como el luminal entre otros. En fin un mercado bien surtido.
Sus niveles de dependencia son diversos y están sometidos a revisión, aunque sin duda un uso prolongado de cualquiera de ellos la produce; en todo caso, una vez adaptada la persona a ellos los necesita para desinhibirse, evitar las molestias físicas o dormir.
El síndrome de abstinencia de algunos de estos fármacos es con el del alcohol y las anfetaminas, de los más peligrosos, y cualquier persona que lleve largos períodos tomándolos no puede dejarlos sin control médico.
Un efecto poco conocido de los tranquilizantes (los barbitúricos) y que quienes los usan suelen atribuir a otras causas es el de la «resaca», similar a la del alcohol que se siente una vez han pasado sus efectos, con el resultado de que algunos toman más tranquilizantes para evitar tales molestias, entrando así en un círculo vicioso de 12 ó 24 horas que les lleva a la dependencia.
Aparte de otras consecuencias fisiológicas, los tranquilizantes y barbitúricos producen distorsiones espacio-temporales que afectan a la capacidad para conducir y pueden explicar muchos accidentes domésticos.
Otro riesgo importante es que la ingestión de estos productos, que muchas veces se hace de una forma inconsciente, si se combina con otra droga (sea alcohol, otros fármacos o cualquier droga ilegal) durante todo el tiempo en que duran sus efectos, que es a veces muy prolongado, las posibles consecuencias no sólo se suman sino que se «multiplican». Entre tales multiplicaciones está la «tolerancia cruzada«, lo que significa que estas drogas pueden potenciar los niveles de tolerancia de otras con los riesgos prácticos que esto supone.
DROGAS DE DISEÑO
Con la denominación equívoca de drogas de diseño, se hace referencia a un grupo amplio y diverso de sustancias psicoactivas que comparten los siguientes rasgos :
- Son producidas por síntesis química en laboratorios clandestinos.
- Su estructura química y su acción sobre el cerebro humano son parecidas a los de otras drogas más conocidas.
- Algunas de estas sustancias se confeccionan a partir de productos farmacéuticos olvidados por su falta de interés terapéutico.
- Otras son un remedo químico de sustancias de origen botánico. Heroínas sintéticas (china wite), cocaína de origen químico (crystal), usos recreativos de sulfato de anfetamina (speed), etc…, que permiten intuir por dónde va el futuro de las drogas.
Drogas que permiten a los traficantes aprovechar un período de indefinición legal, ya que, cuando son novedosas, aún no figuran en las listas de drogas prohibidas por los Convenios internacionales. No es éste el caso del éxtasis, recogido expresamente por nuestra legislación, por lo que traficar con el mismo (comprar para los amigos, por ejemplo) constituye un delito contra la salud pública.
El MDMA (Éxtasis)
El éxtasis forma parte de una familia de sustancias conocidas como «feniletilaminas», integrada también por drogas bautizadas con nombres tales como: 3,4- metilenodioximetanfetamina, por lo que se alude a él con su acrónimo: MDMA.
Las drogas con las que el MDMA comparte parentesco tienen denominaciones químicas igualmente impronunciables. Así cuando se habla de la píldora del amor, se está haciendo referencia a la metilenodioxianfetamina (MDA) y al referirse a Eva se está citando ni más ni menos que a la metilenodioxietanfetamina (MDE).
Todas estas sustancias están emparentadas por su estructura química con la anfetamina, un conocido estimulante, y con la mescalina, un alucinógeno escasamente utilizado entre nosotros. Comparten propiedades de ambas, pero van más allá de ser una mera suma. No se trata de que provoquen simultáneamente efectos estimulantes y efectos alucinógenos. Más bien cabe decir que la presencia combinada de ambas alteraciones en la red cerebral da lugar a un impacto cualitativamente diferente.
El MDMA tiene a sus espaldas un largo recorrido. Fue sintetizado por primera vez en 1912, y patentado en 1914 por los laboratorios farmacéuticos alemanes E. Merck como fármaco para aliviar la sensación de hambre. No llegó a comercializarse por sus efectos secundarios y durmió el sueño de los justos durante décadas.
En los años 50, el ejército norteamericano lo desempolvó para realizar diversos experimentos, en su afán por encontrar drogas que permitieran ablandar el silencio de los prisioneros.
Durante los años 60 y 70 comienza a detectarse el tráfico ilegal de éxtasis en los EE.UU. La sustancia es consumida por los antiguos hippies y otros miembros de la contracultura psicodélica.
En la década de los 70, algunos psicólogos y psiquiatras creyeron ver en las capacidades del éxtasis un poder importante para activar y acelerar el proceso terapéutico, actuando como fármaco auxiliar. Estos intentos cesaron al ser prohibida la sustancia en los convenios intersociales.
Y en los 80 se reinventa el negocio, y se adornan las sustancias con mitos como su inocuidad o su sintonía con los estilos de vida juveniles.
Como es lógico y válido, los diversos intermediarios del mercado de las drogas ilícitas tienen en la adulteración de sus productos un instrumento potente para multiplicar sus ganancias, lo que no podía dejar de ocurrir con el MDMA. En primer lugar, las pastillas que se venden como éxtasis no son en muchos casos tales, sino sustancias diferentes, más o menos emparentadas (por ejemplo, MDA o MDE, mucho más peligrosas). Y, en segundo término, los análisis farmacológicos de las sustancias decomisadas por la policía muestran que son objeto de una importante adulteración.
En ese afán por incrementar la rentabilidad del producto, el supuesto éxtasis se mezcla con aspirina, cafeína, LSD, anfetaminas, antibióticos, comida para peces, etc, constituyendo finalmente lo que algunos han denominado auténtica «basura química».
¿INOCUIDAD?
Una sustancia es inocua cuando su uso no supone riesgo para la salud del consumidor, ni de las personas de su entorno. Hablar de inocuidad en relación con sustancia que actúan sobre nuestro cerebro, y cuya composición es incierta, resulta de un atrevimiento poco honesto.
Frente a tanta supuesta inocuidad de que ha venido acompañado el lanzamiento comercial del MDMA. la ONU ha manifestado su temor de que las drogas de síntesis se conviertan en el siglo XXI en un importante problema de salud pública a escala mundial.
CONSECUENCIAS
Todas las drogas tienen unos efectos variables en función de la calidad y cantidad del producto, de la personalidad del consumidor, del ambiente en que se toman, etc. Si además hablamos de sustancias adulteradas, estos aspecto se hacen aún más difíciles de precisar.
Considerando estas premisas, echamos un vistazo a las consecuencias más frecuentes relacionadas con el consumo de MDMA:
De índole fisiológica
- Taquicardia
- Arritmia
- Hipertensión
- Sequedad de boca
- Sudoración
- Contracción de la mandíbula
- Temblores
- Deshidratación
- Hipertermia
- Ansiedad
- Aumento del estado de alerta
- Dificultad de concentración
- Insomnio
Es importante destacar el riesgo al que se someten quienes, conscientes o no de ello, padecen algún tipo de patología cardiaca o hipertensión.
De índole psicológica
El MDMA actúa sobre el funcionamiento habitual del cerebro humano, alterando la vida psíquica de quien lo consume (sus pensamientos, emociones, percepciones de la realidad y de sí mismo, etc).
EFECTOS RESIDUALES
Las drogas estimulantes no regalan un plus de energía al consumidor, sino que la extraen de los depósitos del individuo. Este agotamiento de reservas fisiológicas puede provocar una serie de efectos residuales en las siguientes 24 horas:
- Cansancio
- Humor depresivo
- Insomnio
- Dolor de cabeza
- Pérdida del apetito
- Dificultad para pensar con fluidez
Dificulta el orgasmo y en los hombres incrementa el riesgo de episodios de impotencia, además de producir dependencia psíquica.
El uso continuado del MDMA podría incrementar, a largo plazo, el riesgo de padecer diversas alteraciones psiquiátricas:
- Depresión
- Trastornos de ansiedad
- Ataques de pánico
- Trastornos psicóticos
- Flash – back, con alucinaciones visuales o auditivas
Particular atención merece el llamado «golpe de calor» al que se ha responsabilizado de buena parte de los casos de muerte relacionados con el uso de MDMA.
Se caracteriza por cansancio, sensación de mareo, dificultades para orinar, ausencia de sudoración, calambres. Es consecuencia de la combinación de diversos elementos que contribuyen a incrementar peligrosamente la temperatura corporal:
- El efecto hipertérmico de la propia sustancia
- El calor de los ambientes en que se toma
- Las horas de baile seguidas, sin respiro
- Una inadecuada toma de líquidos que rehidrate el organismo