LO QUE DIGO CUANDO NO HABLO. La comunicación no verbal.

Aunque mayoritariamente relacionamos la comunicación con las palabras en lenguaje escrito o lenguaje verbal, es posible que no nos hayamos parado a pensar todo lo que transmite el lenguaje no verbal, que incluso es mucho más transcendental de lo que parece.

Según algunos estudiosos del tema, el lenguaje corporal es por donde llega más del 50% de la comunicación. El texto escrito representa un porcentaje muy pequeño de comunicación, lo cual puede sorprendernos a priori, pero basta recordar que cuando usamos sistemas de mensajería nos damos cuenta que no conseguimos saber si la otra persona sonríe, bromea o está triste, salvo que nos lo indique y de ahí surgen las grandes confusiones que se producen en la comunicación por la propia interpretación que puede llegar a hacer el receptor del mensaje.

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Es tal la importancia del lenguaje corporal que el lenguaje escrito se puede valer de los emoticonos para ampliarlo, los cuales al principio resultaban ser dos simples puntos y un paréntesis «🙂« -por ejemplo- pero suficientes para imaginar la expresión/emoción de la otra persona, aun pudiendo ser ficticia. Por ello fueron rápidamente acogidos en la conversación escrita hasta existir todo tipo de caras, gestos y figuras.

Algunos autores, que son más optimistas, dicen que la conversación escrita representa entorno al 10% del mensaje, si es comunicación hablada por un medio como el teléfono puede llegar un 35% por el tono de voz que se emplea, el cual aporta mucha información. Hay autores que cifran en un 87% el porcentaje de comunicación que llega por la vista, pero sea como fuere y sin entrar en tanto baile de porcentajes, es evidente que el lenguaje corporal es muy representativo pero en cambio se le tiene poco en cuenta, en parte porque nadie nos enseñó a realizarlo a pesar de que se produce de una forma más natural.

Repasemos en que consiste la comunicación.

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No cabe duda de que todos estos conceptos están de sobra asimilados por todos. Sabemos que hay una persona que quiere enviar un mensaje, otra que va a recibirlo, el propio contenido del mensaje y el formato del mismo, sin olvidar un canal para transmitirlo y así es como llegamos a la comunicación desde el inicio de los tiempos.

Si alguien quiere escribir un mensaje de texto y lo realiza por móvil va a ser muy difícil entender con que sentimiento dice ese mensaje, puede que incluso eso no tenga relevancia alguna por ser un tema banal, por ejemplo «Mañana quedamos a las 11 para coger el tren».

Si ese mensaje lo hace escrito a bolígrafo y papel de toda la vida, podemos deducir ligeramente el estado de ánimo de esa persona e incluso valorar ciertos rasgos de la misma, esta ciencia se conoce como la grafopsicología y ya habría que tener cierto conocimiento para poder concluir aspectos de una persona, en parte porque su letra es el dibujo de su inconsciente.

¿Pero que sucede si la persona nos lo dice personalmente? Pues vamos a tener más información de la que el propio mensaje verbal transmite. Vamos a saber el estado de esa persona, el cómo lo dice, las ansias que le produce… posiblemente en muchas conversaciones no le demos demasiada importancia a todo esto, pues transcurren con normalidad. Otras veces en cambio, vamos a notar un mensaje que puede ser poco realista o entusiasma. Imaginemos que una persona dice «Mañana quedamos a las 11 para coger el tren», y denotamos que esa persona esta desganada o que no le apetece ir, o al revés que esa persona esta entusiasmada por hacer ese viaje. Esa información no llegaría por una comunicación escrita por un móvil.

Son meros ejemplos, pero podríamos saber si una persona miente, no está a gusto en una conversación, se encuentra a la defensiva, pretende hacerse destacar o incluso se encuentra insegura.

Para entender el por qué de la amplitud del lenguaje no verbal hay que partir de la base de que las personas tenemos una parte consciente en nuestro cerebro, la que nos permite ajustarnos a comportamientos sociales y actuar en gran medida según el lugar donde nos encontramos o en la situación en la que estamos, es decir lo que resulta políticamente correcto. Somos conscientes de nuestros actos y obramos en consecuencia, cada uno con sus principios y creencias.

Esto viene impartido socialmente desde siempre y otras veces lo aprendemos o lo imitamos, «allá donde fueres haz lo que vieres», porque pretendemos integrarnos al ser seres sociables. Todo esto puede ser controlado en mayor o menor medida desde la parte de nuestra consciencia, recibimos mucha información y la procesamos adoptando decisiones en base a unas reglas… multitud de decisiones.

Hay una parte de nosotros que es el inconsciente, que representa un 75% frente al 25% de la consciencia pero como las cifras pueden dar lugar a discrepancias podemos ser más generosos y dejarlo en un 65% frente al 35% o en todo caso y ya sin dar lugar a rebate, nuestro inconsciente es mayor que nuestro consciente.  Por ejemplo, el que bebe y es violento no es porque el alcohol le haga violento, sino porque su parte consciente pierde capacidad y no controla tanto su inconsciente. El alcohol no hace agresivo a las personas.

Por otro lado esta nuestra distribución en el cerebro, no es exactamente así ya que muchas partes no están tan localizadas pero en general tienen más actividad en esa zona y esta imagen sirve para hacernos una idea.

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Resumidamente nuestra parte derecha del cerebro es la creativa y la izquierda es la lógica. No podemos vivir simplemente con lógica ni tampoco podemos vivir de la intuición -por ejemplo- así que ambas partes se complementan y deben estar en un equilibrio o dicho de otra manera tener la cabeza amueblada. Desde pequeños nos han impuesto siempre la educación más lógica-matemática y lingüística-verbal como las inteligencias más importantes o prácticamente únicas.

Esto crea que se pretenda desarrollar mucho un inteligencia y obviar o no aplicarse al resto de capacidades que tenemos, lo que conlleva a que gente con grandes habilidades nunca ha sido consciente de las mismas. Crea en parte marginación o desvalorización de uno mismo por la competitividad existente, puesto que hay creada una estructura competencial constante. Si un alumno saca un 10 en un examen de matemáticas y otro un 4, uno es el listo y otro el que necesita recuperar y eso queda englobado como un todo general y no solo una parte más de nuestras capacidades. Pero esas etiquetas son perjudiciales para ambos, de uno se esperará siempre más y del otro que llegue. Como sistema educacional no puede ser lo más adecuado.

Todo tiene relevancia y está enlazado, por eso es bueno entender un poco como funcionamos para darnos cuenta como actuamos. Por otro lado, la teoría de las 8 inteligencias que tendrían relación a las partes del cerebro mencionadas.

Imagen: imageneseducativas.com

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Cuando nos comunicamos mostramos una parte de como somos nosotros.

La inteligencia emocional.

La inteligencia emocional es la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar nuestros estados. No es ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas, según Goleman.

Para poder tener una buena inteligencia emocional debemos primeramente conocernos a nosotros mismos, saber como somos para poder entendernos y es quizás lo más complejo. Debemos saber de nuestras conductas para poder modificarlas. Esto debe llevarse con un valor de autoestima adecuado.

La facilitación, comprensión o regulación emocional. Es decir, debemos pensar en nuestros sentimientos y usar las emociones que tenemos para tomar decisiones, esto va implicado a hacer aquello que nos hace sentir bien y no hacer cosas por obligación puesto que nuestras emociones pueden estar indicándonos lo contrario. También debemos comprender la información que nos aporta la emoción y como entre ellas se combinan, podemos por tanto hacer aflorar sentimientos haciendo cosas que contrarresten otras emociones negativas, pero hay que entenderlas previamente y así entrar en la regulación, estar abiertos a los sentimientos que nos pueden resultar agradables y positivos.

 

 


 

Para las personas que saben lengua de signos, sabrán de sobra lo fácil que resulta comunicarse con una persona sin tener que hacer uso de palabras. La lengua de signos también requiere que exista expresiones en la cara y junto con los movimientos de mano, se consigue un mensaje que puede resultar altamente fluido y con contenido. Cuando muchas veces nos encontramos con una persona sorda (evitando el error frecuente de decir sordo muda, ya que los sordos no son mudos), nos cuesta en primer momento llegar a una comunicación, es lógico puesto que estamos acostumbrados a hablar para comunicarnos y pensamos que es mucho más complicado conseguir entendernos con gestos, pero nada más lejos de la realidad, es relativamente fácil poder entenderse con alguien que no puede escuchar, aunque no estaría de más conocer ciertos conceptos de la lengua de signos española.

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Somos de una forma de ser que se encuentra ubicada en lo más profundo de nosotros mismos y que no siempre es fácil de ver. Viene marcada en parte por la genética, nuestras vivencias y lo que hemos asimilado y aprendido. Muchas veces no sabemos ni como somos realmente -aunque eso esta latente y se aprecia en la comunicación- pero porque obviamos conocernos, bien porque no sabemos como hacerlo o ni lo hemos intentado. Muchas veces es mejor creer que somos de una forma de ser que nos hace estar mejor con nosotros mismos y así evitamos ver la realidad de como somos. En cambio si nos pueden ver otras personas de nuestro entorno, pero que además obviamos escucharlas o aceptar sus comentarios hacía nosotros.

Es un error no querer ser realista con uno mismo y no ver nuestros defectos y virtudes, ya que solo de esa manera podremos cambiar nuestros comportamientos más negativos hacía los demás.

El lenguaje corporal no deja de ser en parte algo que nos delata, que dice a los demás cosas que nosotros no queremos decir, porque a pesar de querer controlar una comunicación por la parte más consciente que tenemos, nuestra parte inconsciente tarde o temprano se muestra y tampoco hay que ser un experto en la materia para detectar ciertas conductas. ¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta de cosas que no se dicen con palabras? ¿Cuántas veces hemos recibido un mensaje distinto al que quería darnos por palabras el emisor? y deducimos que está mintiendo, por ejemplo.

Pero para todo hay una ciencia y en este caso es aquella que intenta descubrir que hay detrás de nuestros movimientos más inconscientes, y es conocida como kinésica o quinésica que estudia el significado expresivo o comunicativo de los gestos y movimientos corporales percibidos por los sentidos visual, auditivo o táctil de acuerdo a la situación.

A todos nos suena la frase de «cada persona es un mundo», si pero hay que tener en cuenta que todos partimos de unas características comunes y tenemos más de un kilo de masa gris en lo más alto de nuestro cuerpo, de lo contrario si cada persona reaccionara distinta en cada estímulo sería imposible averiguar patologías, así que no hay porque alarmarse. Existen unos patrones de conducta que pueden decirnos muchas cosas sobre un sujeto, que hay excepciones no cabe duda, pero que desde luego el conjunto de conductas inequívocas nos va a llevar a una valoración clara, como el médico que detecta una gripe por los síntomas que muestra el paciente.

Volviendo al tema de la comunicación, que tampoco es que hayamos salido directamente, ¿Que sería de los grandes oradores que no saben comunicar? Pues ejemplos tenemos muchos sobre todo en el mundo de la política, decir una cosa y que nadie consiga creérsela. A veces escuchamos a una persona y parece que conectamos con ella, por lo que dice y por como lo dice, por como se mueve. Pero como todo esto es un secreto a voces por eso existen esas personas que son las encargadas de preparar discursos, establecer como moverse y en general como exponerlos, pero no pueden controlar al inconsciente del orador, ese sigue ahí latente y tarde o temprano va asomando. Vamos viendo movimientos que no coinciden con lo que se está diciendo, gestos nerviosos, sudores, movimiento de ojos… algo nos resulta incoherente y ¡aquí hay tongo!. Luego están esos grandes comunicadores, esos grandes oradores, que para mí, los más destacados son aquellos que lo sienten cuando lo dicen -o al menos se lo intentan creer- porque su inconsciente le acompaña en buena medida.

Es evidente, con solo la palabra no vamos a llegar muy lejos en la vida. ¿Alguién se imagina una persona recta, con los brazos caídos y diciendo todo a un mismo tono de voz? No, porque la actitud es algo que se nota en la distancia y porque cuando hablamos, escribimos o gesticulamos estamos nosotros detrás de todo eso.

Las posturas que podemos adoptar en una comunicación pueden ser más abiertas o cerradas. Si estamos delante de una persona y nos cruzamos de brazos es evidente que ponemos una barrera entre ambos, estamos un poco a la defensiva y se interpreta que no estamos muy relajados, salvo en esos momentos que cruzarnos de brazos nos resulta como una postura cómoda, pero hay que tener en cuenta algo, cuando hablamos de patrones de conductas o gestos debemos saber interpretarlos en una situación, no podemos llegar a pensar que una persona con los brazos cruzados esta a la defensiva con la otra ya por el hecho de tener esa barrera física de por medio.

Las piernas cruzadas también es una ligera barrera de separación, que conste que a mi me resulta cómodo cruzar las piernas en determinados sitios, incluso mucha gente lo hace para apoyar algo, escribir o por frío, así que no debemos interpretar a la ligera gestos que pueden indicar otra cosa, por ello es importante hacerlo siempre en conjunto con otros gestos y en valoración a otros aspectos y actitudes de esa persona.

Cuando una persona mira arriba a la derecha, se va con su globo ocular a la zona del cerebro más creativa y cuando lo hace a la parte superior izquierda a la zona más lógica y así podríamos seguir largo y tendido, no siendo la intención de este artículo.

Todos estos aspectos forman parte fundamental en una conversación, los demás nos verán a nosotros como hablamos y harán una valoración propia e incluso no tiene porque ser ni acertada, pero eso forma parte de la mala interpretación o el mal transmitir que podemos ser como emisores, sin olvidar el fundamental papel que tenemos en nuestra conducta como receptores u oyentes.